martes, 14 de julio de 2015

La gramática en la cotidianidad (Participación en las II Olimpíadas de Gramática de la Upel – Maracay)


En el génesis de los estudios gramaticales se analizaban las oraciones de manera completa o, por lo menos, medianamente descontextualizada, poco o nada interesaba  el análisis del contexto de producción. Sin embargo, estamos frente a un gran cambio de paradigma: hoy interesa en gran medida el estudio de la producción lingüística en contexto. 
Esta evolución en los estudios lingüísticos tiene gran sentido, puesto que la lengua está en todo. Hacemos uso de la lengua en variedad de contextos, formales e informales; para dictar clases, redactar tesis, hacer publicidad pero también para conversar con amistades, contar chistes, convencer a alguien para ir al cine; es decir, desde los motivos más distinguidos hasta los motivos más elementales de nuestra vida en sociedad están íntimamente ligados con el uso de la lengua. Y es que es en sociedad donde, este conocimiento al que llamamos “lengua”, tiene sentido.
A las luces de un análisis gramatical rígido, producciones lingüísticas en contexto informales son difíciles de analizar; sin embargo, al flexibilizar el punto de vista del estudio gramatical, al complementarlo con datos de la situación, se puede profundizar en la comprensión del fenómeno lingüístico.
Si tenemos en cuenta las diversas situaciones que vivimos diariamente y los usos lingüísticos enmarcados en estos contextos, encontraremos gran cantidad de estructuras que a primera vista pueden ser descritas como agramaticales, pero que logramos comprender con precisión plausible; esto indica que son estructuras aceptables. Ya Chomsky (1965) planteó la premisa que “las escalas de gramaticalidad y de aceptabilidad no coinciden.” (p. 13) y para la comunicación prevalecen las construcciones que cuentan con mayor aceptabilidad.
Para explicar mejor esta idea es necesario trasladarnos a situaciones cotidianas. Al entrar en una panadería podemos dirigirnos al personal en barra de la siguiente manera: “Un negrito, por favor.”. Si bien esta construcción puede carecer de gramaticalidad (desde un punto de vista rígido), es entendible para el receptor y seguramente nuestra producción tendrá éxito y obtendremos lo solicitado, por lo tanto es aceptable.
También, ingresando en una gasolinera le manifestamos al trabajador: “noventa y cinco, por favor”, o bien: “nueve cinco”, incluso en la forma más simplificada posible: “cinco”. Entonces el receptor procederá a dispensar en el vehículo gasolina de tipo noventa y cinco, sin ningún tipo de confusión o dificultad de entendimiento.
Si bien, superficialmente, estas estructuras carecen de constituyentes, el contexto “rellena” esos espacios “vacíos”. Es la competencia gramatical, entendida como el conocimiento de la estructura de la lengua, subordinada a una competencia comunicativa (Hymes, 1971) que nos permite construir este tipo de estructuras y a su vez comprenderlas, en el marco del contexto de producción adecuado. Esto gracias a que la competencia comunicativa “incluye el conocimiento, por parte de un hablante, no sólo de un código lingüístico, sino también de qué decir, a quién y cómo decirlo en una situación apropiada.” (Moreno, 1994; p.115).
Entonces, no se trata sólo del estudio de las expresiones lingüísticas sino de tener presente que la producción oral o escrita es dependiente de diversos factores sociales que la determinan en gran medida, ya que el comportamiento lingüístico es parte de la competencia social que poseemos. Después de todo, como lo asegura Halliday (1973), “En el desarrollo del niño como ser social, la lengua desempeña la función más importante.” (p. 18)
Gracias a esto, inconscientemente, los hablantes entendemos que en el marco de las situaciones comunicativas cotidianas no es viable el uso de estructuras superficiales perfectamente gramaticales, como lo expone Hymes (1971): “…una persona que escoge oraciones y situaciones apropiadas, pero que domina únicamente oraciones gramaticales sería un poco rara. Algunas ocasiones exigen que se sea apropiadamente agramatical.” (p. 22).
Aunque las propuestas de Chomsky (1965) y Hymes (1971) parezcan distantes en cuanto a la competencia lingüística y a la competencia comunicativa respectivamente, de alguna manera se pueden complementar. Al pronunciar “un negrito, por favor” o “noventa y cinco, por favor” se han llevado a cabo transformaciones que permiten derivar de la estructura profunda a la superficial, que es la enunciada. Podemos afirmar que las estructuras profundas de estas oraciones son:
Tú dame a mí un café negro, por favor.
Tú dispensa en el vehículo/carro gasolina de noventa y cinco octanos, por favor.
Las transformaciones que operan son de elisión y es posible aplicarlas gracias a que la información elidida está en el contexto de producción. La capacidad de reconocer esta posibilidad de elisión la podremos encontrar, como ya se mencionó, en la competencia comunicativa que nos permitirá reconocer, que gracias a la situación, son viables estas construcciones, y más que viables son prácticamente indispensables para favorecer la comunicación.
La inclusión de consideraciones de la dimensión social en el análisis gramatical, lejos de complicar, enriquece en gran medida la comprensión de los fenómenos lingüísticos. Pues, como lo expone Hymes (1971): “La competencia para el uso es parte de la misma matriz de desarrollo que la de la competencia para la gramática.” (p. 23). A la vez que adquirimos el código para la comunicación, aprendemos cómo usarlo en el seno de la sociedad. 
Por lo tanto, el marco social tiene gran influencia en el uso lingüístico y, por ende, en lo que producimos y cómo lo producimos. El contexto social puede incidir, incluso, en la naturaleza de las oraciones que se produzcan o en el orden de los constituyentes de ésta, no sólo en los elementos sintácticos que se puedan elidir porque la situación de comunicación los aporte.
Inclusive la relación que existe entre el emisor y el destinatario condiciona la naturaleza de las oraciones que se producen, ya que según ello se aplican más o menos mecanismo de cortesía en la interacción lingüística. Como explica Lakoff (1973), cuando existe mayor confianza entre los interlocutores del proceso de comunicación se hacen necesarios menos mecanismos de cortesía, caso contrario cuando la relación entre éstos es distante.
Algunas veces no se trata de construir las estructuras lo más simples posibles para favorecer la comprensión del mensaje, en ocasiones realizamos construcciones más elaboradas para favorecer las relaciones sociales. "¿Sería tan amable de decirme la hora?". Es el caso de una estructura gramatical más elaborada que tiene como fin atenuar la petición para no parecer impositivo, ya que esto seguramente generaría fricción social. Probablemente la mayoría de los hablantes estarán de acuerdo en que en una situación de comunicación con un desconocido esta locución sería preferible ante la construcción relativa (pragmáticamente relativa) más simple: “dígame la hora, por favor.” Por lo tanto, factores sociales influyen en la toma de decisiones para la construcción gramatical del mensaje.
En relación a este tipo de fenómenos, llama la atención pensar en la siguiente circunstancia: si estando en casa de un conocido nos ofrece jugo pero en realidad preferiríamos tomar agua, se nos presentará la contradicción de cómo rechazar el ofrecimiento y a la vez extender una petición. Para resolver la situación con el menor coste social posible, se escuchan este tipo de construcciones: “¿no tienes mejor un poco de agua? Por favor”. Se niega y se pregunta sobre la posibilidad de otra opción que no se ha ofrecido. Y aunque es un acto indirecto es preferible esta estructura ante construcciones que si bien son más simples y directas, y por lo tanto requieren de menor esfuerzo para ser comprendidas, representan una amenaza para la imagen del destinatario y crea una imagen que el emisor seguramente preferiría no proyectar a los demás: “No quiero jugo, gracias. Prefiero beber agua, por favor.”
Una prueba de que las características de la relación entre los interlocutores inciden en este tipo de elecciones gramaticales es reconocer que al modificar la relación de éstos, la elección de la naturaleza de la estructura probablemente será distinta. Al trasladar esta situación a un contexto distinto, como a la petición que realizamos a un mesero en un restaurante, el acto de habla directo es mucho más probable que el indirecto mencionado ya que no generaría fricción social por los roles que cumplen cada uno de los interlocutores en el proceso comunicativo.
Si queremos profundizar en el estudio de la gramática, no parece conveniente, ni necesario, desligarlo de los factores sociales que determinan la construcción de la expresión lingüística, cuestiones que tradicionalmente se han relegado al estudio de la sociolingüística y la pragmática; pero es que “¿De qué otro modo puede considerarse el lenguaje como no sea en un contexto social?” (Halliday, 1982)
La expresión lingüística en la cotidianidad, en especial la oralidad, es altamente compleja; para la producción textual el hablante no sólo toma en cuenta a factores exclusivamente gramaticales, existen una gran cantidad de elementos que pueden incidir. Es importante, entonces, ampliar los horizontes de los estudios gramaticales, sin perder de vista el interés el objeto de estudio: la estructura interna de la palabra y la forma en que se combinan. (Sedano, 2009)
Estas son algunas breves consideraciones que tienen como objetivo celebrar la apertura de nuevas dimensiones para el análisis gramatical, ya que parece sumamente lógico proponer estudios profundos sobre las relaciones entre gramática y sociedad desde diferentes perspectivas.
Sería bastante interesante ahondar en el estudio de la gramática en la oralidad, sin dejar de lado la escritura; o de la derivación y flexión de las palabras y el orden de las estructuras teniendo en cuenta las diferentes variables sociales. 

Msc. Deliana Moreno Ríos

lunes, 16 de febrero de 2015